domingo, 17 de octubre de 2010

Julio Garmendia: Institución Cultural vista desde la Dimensión Sociológica Real y Maravillosa del Arte Literario Crepuscular evidenciado en “Manzanita


«La obra literaria de Julio Garmendia demuestra que Venezuela es un país de individualidades creadoras insospechablemente grandes y sospechosamente silenciadas. Trabajos muy menores en narrativa y en poesía han recibido consagración inadecuada por oportunismo político, por excesos publicitarios o por esa madeja del mal gusto y las buenas relaciones con que suele engalanarse la mediocridad. La vida sencilla, el orgullo creador, el querer y el afanarse en pasar siempre inadvertido, dan a la figura de Julio Garmendia un clima de recogido apartamiento, de esquiva lejanía y de vida retirada que hacen de su amistad un tesoro y de su conversación un privilegio disfrutado por muy pocos, contando entre ellos las mariposas, las aves, los gusanitos salvajes y las hormigas marginales.»

Orlando Araujo

El hecho de que Garmendia se reencontrase con su Tierra, significó un redescubrimiento y valoración de aquello que había añorado durante los años de exilio: la cultura, la gente, la naturaleza, lo autóctono de las tradiciones y costumbres, a las cuales le atribuye un valor intrínseco universal que caracteriza la segunda fase de su narrativa, adherida a la realidad venezolana, sobre la base de memorias de su infancia y juventud, entrelazadas con destellos de aquello que bien define como ”real maravilloso”.

Desde muy joven, se le auguraba una excelsa imaginación, revelado en la producción de maravillosas historias que ensalzan la belleza del espíritu de un creador literario capaz de reconocer en los elementos de la naturaleza, en la flora, la fauna y las frutas, la riqueza invaluable de una nación que luego, se convertirá en su cómplice y protagonista de esta vanguardista tendencia literaria, donde la valoración del patrimonio socio-cultural será el núcleo de su narrativa.

Sin embargo, es necesario señalar que toda este repertorio literario, constituido como un legado cultural (ironía, realismo maravilloso, humorismo, ternura, amor y admiración a la naturaleza…), se fue cristalizando progresivamente en la imaginación de Garmendia, sobre la base de la lectura de numerosas obras de la Literatura Universal que de una u otra forma dejaron huellas en la constitución de una Nueva Narrativa Latinoamericana, donde el cuento, más allá de significar una narración sumisa, aislada de todo contexto, constituye una elaboración sellada con la esencia y personalidad del productor, quien se vale de éste para generar una transformación profunda desde la forma y el fondo de las estructuras narrativas ya establecidas.

Indiscutiblemente, la propuesta literaria que promueve Garmendia desde su cuentística, supone una innovación del género fantástico (considerado por ello partícipe del Boom de la Narrativa Latinoamericana), sobre la base del cuento inverosímil, donde se recrean personajes y ambientes irreales que van tejiendo el mosaico del “realismo fantástico”, que más allá de recrear una realidad matizada con rasgos maravillosamente ilusorios, pretende dar al mundo, por medio del arte literario “una mirada extraordinaria de lo ordinario…”.

Lo más genial y auténtico del escenario artístico-literario que protagonizó Garmendia fue la combinación de elementos del realismo mágico y lo real maravilloso, dada la fusión que éste establece de sus personajes respecto al ambiente que les rodea, donde lo real e imaginario confluyen de tal manera que genera en el lector una adhesión a ese mundo maravilloso y una concepción novedosa del cuento, donde lo increíble llega a ser considerado con creíble y, donde lo fantástico, se confabula con la realidad para embellecerla sin necesidad de evadirla.

Por su parte, una constante dentro de las producciones literarias de Garmendia, es la confluencia de ironía y humor, definido por un amigo cercano suyo, César Zumeta, de la siguiente forma:
"Con esta sensibilísima flema tropical nos lleva usted en amable viaje por el tan olvidado, viejo y siempre nuevo país de lo Azul, donde todo nos comprueba la engañosa fantasmagoría de lo real y la generosa realidad de lo ilusorio y fantástico. Es al doblar la última página cuando vuelve uno a sentirse en el cautiverio de Realilandia, en la perpetua Tienda de Muñecos, o de títeres, que es la Vida desde antes de que el primer Adán tuviera andanzas con la primera Eva.”

Por ello, la imaginación y la fantasía de Garmendia le imprimen a su narrativa rasgos de originalidad y expresión fresca sobre la base del realismo fantástico, donde el número de páginas, según él mismo, no suponen un factor de importancia.

A partir de la nueva etapa de la cuentística de Garmendia, establecida desde “La Tuna de Oro” éste incorpora un profundo sentimiento de valoración y reconocimiento hacia su país, como consecuencia del reencuentro que protagoniza, luego de su llegada; la impresión que generó el abrazo de su Venezuela, mediante la naturaleza paradisiaca, le invitó a observar y ensalzar aquella realidad de la cual se había privado por varios años. Por ello, La Tuna de Oro es el indicio del amor a su tierra, a su naturaleza, a su flora, a sus animales, a sus frutos, evidenciado en el cuento “Manzanita”.

Y es que, La Tuna de Oro, pretende compilar magistralmente, la profunda emoción de un recién llegado a su patria, luego de varios años de ausencia, quien, ya maduro, logra establecer analogías entre su país y aquellas urbes europeas que transitó y que le sirvieron de cobijo durante muchos años llenos de nostalgias y recuerdos. Paradójicamente, Garmendia pareciera encarnar un extranjero que visita y se reencuentra con su tierra, su madre tierra, cuya valoración se acentúa dada la cantidad de años desprendido de ella y que, por fin acaricia la oportunidad de hacerla nuevamente suya.

En consecuencia, Manzanita supone un intento bien logrado por establecer un reencuentro creativo, tierno, mágico, soñador, reflexivo y de valoración nacional hacia los elementos socio-culturales que conforman nuestro patrimonio nacional, caracterizados por las frutas tropicales, protagonistas de nuestras mesas, cómplices en nuestras meriendas y, sin dudas, parte de nuestra herencia cultural; donde la mezcla de olores, texturas, sabores y descripciones exactas de la fisionomía de cada fruta, hacen de esta pieza artística literaria, un motivo de apreciación de lo nacional e invitan al lector a reconocer en el arte literario la función social de la misma como ensalzadora del legado socio-cultural de los pueblos, declamadora de sus bondades y bellezas y, en muchos casos, atril para denunciar y criticar situaciones que así lo ameriten.

En esta ocasión, Garmendia utiliza las frutas del trópico, en el marco de sus aromas, texturas y sabores, para simbolizar y manifestar mediante cada diálogo que desarrollan estos simpáticos e inverosímiles personajes, en un lugar cotidiano y realizable, la frutería, toda una conceptualización reflexiva de la importancia de la valoración y el reconocimiento de los bienes nacionales sobre los extranjeros; es esa ideología distintiva de un buen ciudadano que apuesta y se enorgullece de su identidad nacionalista, proyectándola a dimensiones universales por concebirla como elemento de satisfacción y gratitud hacia el Creador, quien nos ha hecho merecedores y dignos herederos de esta hermosa tierra: Venezuela.

Nosotros, humildes lectores y valoradores de la Narrativa, ya no diríamos Latinoamericana, sería mezquino hacerlo, más bien deberíamos decir Universal, somos también dignos herederos no sólo de la gracia de ser venezolanos, honrados con toda la hermosa geografía que conforma nuestra Madre Tierra, sino también, como larenses, somos dignos herederos del legado socio-cultural que se nos encomendó, indirectamente, de las excelsas manos de Don Julio Garmendia, ícono vigente Latinoamericano con proyecciones universales.

Manzanita, nos hace invita a la reflexión y reitera el humilde reconocimiento de nuestra condición humana y de la muerte como parte inherente a la vida… Al final de la narración, la Manzanita Criolla declama con voz profunda: “Después de todo son frutas como yo (las Manzanas del Norte), hijas de la tierra y el sol, buscadas por los niños y los pájaros… ¡Perecederas frutas como yo!”. Y es que por encima de las clases sociales a las cuales nos adscribamos, sin importar la raza a la que se pertenezca, dejando a un lado el credo que profesemos, los prejuicios, la ideología política, el país de donde seamos originarios, ¿qué más da ser capitalista o socialista?, del norte o del sur… Sin importar, incluso, la profesión u ocupación, todos somos seres humanos, obras maestras forjadas por un humilde y gran alfarero, Dios, proviniendo entonces de un mismo Padre, de una misma Tierra, de una misma ilusión creadora.

En consecuencia, debemos considerar y empezar a reconocer desde las trivialidades de la vida que, aunque parezca utópico, somos iguales; y aunque parezca un sueño, el reconocimiento y aceptación de esta verdad, es el primer paso para la transformación profunda de la realidad y, así, lo que parece un sueño literario que un día se atrevieron a escribir, se convierta en un canto a la verdad, tal y como enfatiza el pensamiento de Luther King: “Libre al fin, libre al fin. Gracias Dios Omnipotente, somos libres al fin”. Libres de las cadenas de las desigualdades y de la negación de los bienes nacionales.

Así pues, como se mencionó en líneas preliminares, la literatura es un hecho social, donde se conjugan procesos de creación y belleza en el marco de la dinámica socio-cultural donde se adscribe el texto literario, considerando la aseveración de Goldmann, quien establece que “la literatura refleja una visión del mundo, con una producción histórica y una materialización social”.

En este sentido, analizar y comprender la obra artística literaria al margen del contexto socio-cultural en el cual fue concebida, sería un intento absurdo y desvinculado de todo propósito comunicacional, ya que, ciertamente, toda pieza literaria como variedad discursiva posee una intencionalidad comunicativa que atiende a las competencias comunicativas del orador, en este caso, del productor del discurso literario, de conformidad con las necesidades comunicativas y sociales que demandan los interlocutores y el mismo productor de dicho evento comunicativo, cuyo contenido significativo subyace en el mensaje implícito y se configura sobre la base de un contexto situacional que da relieve a los aspectos inherentes al eje temático abordado.

Es por ello que, desarrollar un análisis sociológico, supone un desmembramiento del todo en sus partes, en este caso, el objeto de estudio es el discurso literario del cuento Manzanita, donde más allá de considerar tópicos relacionados con la sintaxis y morfología como componentes lingüísticos de la forma, se pretende abordar un estudio analítico de la dimensión sociológica que enmarca la pieza narrativa; donde la comprensión sociológica de la actividad discursiva del texto literario implica la búsqueda de la significación de las cadenas enunciativas, siendo necesario ir más allá de lo que las palabras quieren dar a conocer, conduciéndonos hacia una bidireccionalidad que establece la confluencia de la intencionalidad y la finalidad comunicativa de la narración, claves para la aprehensión del contenido profundo que reposa en torno a la producción del discurso literario.

De esta manera, la comprensión analítica del discurso literario se logra satisfactoriamente en la medida en que el productor del discurso y los interlocutores (lectores) ejecuten una serie de estrategias discursivas, lingüísticas, cognitivas y socio-culturales, a la luz de las Competencias Comunicativas, promoviendo la participación eficaz de los actores en la dinámica comunicacional; atendiendo al postulado de Hymes, quien sostiene que la utilización de la lengua, como sistema de códigos lingüísticos en eventos comunicativos, se fundamenta en la praxis social, regulada por las prescripciones convencionales que establece el contexto social, de conformidad con las exigencias y necesidades que demandan los usuarios de la lengua.

En otro orden de ideas, la dimensión interpretativa suministra la comprensión de los aspectos socio-históricos y culturales que configuran la producción discursiva literaria, como práctica social que implica una relación dialéctica sobre la base del postulado de Bajtín, donde es necesario considerar la situación, los participantes, los instrumentos y las finalidades (SPEAKING-Hymes) como elementos esenciales para la aprehensión del mensaje subyacente en las cadenas enunciativas, las cuales involucran hechos socio-lingüísticos contextualizados, sin desatender el tiempo y el espacio donde se enmarca la producción discursiva ni los sujetos que participan en la acción comunicativa, obedeciendo a la conceptualización sociológica del discurso literario como práctica comunicativa contextualizada.

Definitivamente, la dimensión sociológica de la obra literaria, establece una clara visión de la literatura como realidad social, puesto que vincula la obra con su productor, la sociedad, la disposición política que la promueve y el momento histórico en que ésta se produce. György Lukács, asegura que el escritor debe estructurar literariamente la realidad y los destinos del pueblo, desde la cosmovisión del mismo pueblo, atendiendo a sus rasgos característicos y considerando la importancia del mismo autor, desde su realidad, desde sus orígenes y en el marco de su contexto socio-cultural, elementos constitutivos de un arte literario legítimo.

Ciertamente, el escritor está comprometido con la realidad social que protagoniza, remitiéndose a los vínculos que proporciona la cultura en la cual se fundamenta. Así pues, críticos literarios de la talla de Lukács, Goldmann y Bajtín, coinciden en que la literatura origina una apreciación crítica y metódica sobre las concepciones del mundo cultural, donde es imperiosamente necesario considerar en el enfoque sociológico de la obra literaria, aspectos axiológicos y éticos afines con una cultura dada; promoviendo, entonces, una relación intrínseca entre literatura-cultura-sociedad, donde confluyen y accionan seres humanos en torno al mundo que crean y recrean, siendo capaces de transformar, sustancialmente, las formas de visión del ser humano en la medida en que el arte literario se lo proponga.

Por ello, Lukács (1989) establece una teoría estética literaria a la luz de la dialéctica y las contradicciones sociales que se suscitan en el contexto. Sus teorías estéticas, fundamentalmente sobre literatura, se basan en un concepto dialéctico del arte relacionado estrechamente con las contradicciones de la sociedad, propiciando una interpretación crítica del Mundo y de la Vida, por medio del arte literario.

Ahora bien, Manzanita es una manifestación del sentimiento nacionalista que profesa el hijo ausente de su madre tierra, quien al reencontrarse con ésta luego de varios años de exilio voluntario, reconoce por medio del arte literario y su narrativa, la grandeza de la cual, por sólo ser nativo de esa bondadosa patria, es heredero… La valoración de lo nacional se antepone a la estimación vana de elementos acartonados del Primer Mundo o del Norte de nuestra amada América, cuyos brazos se extienden de Norte a Sur para acobijar a cada uno de sus hijos predilectos, sin desestimarlos por su lugar de origen.

Y es que, como se señaló anteriormente, ¿De qué vale ser del Norte o del Sur cuando, al final de cuentas, todos somos iguales? Favorecidos por la condición humana y cuyo destino se escribe en la medida en que se es capaz de reconocer la esencia de cada quien y, sobre la base de ésta, se procede a valorarla, amarla y aceptarla como tal; ya que, en la olimpiada de la vida, se gana aprendiendo a vivir y aprendiendo a reconocer y valorar nuestro patrimonio socio-cultural, como legado de nuestros antepasados y, en consecuencia, ícono de identidad nacional.

En este sentido, la Narrativa de Garmendia, representa una institución socio-literaria, que intenta dar explicaciones a los fenómenos que se suscitan en la realidad y que involucran a seres humanos, socialmente organizados, justificadas por medio de elementos fantásticos que, sobre la base de una realidad palpable y difícil de ser evadida, se muestra al lector como una visión crítica, humorística y, en ocasiones, satírica de las vivencias de un colectivo en particular.

Del mismo modo, es necesario señalar que, esa interpretación del mundo que suministra el arte literario, se sustenta en la cosmovisión que subyace en la conciencia creadora del productor del discurso literario, quien por medio de los actos comunicativos, aborda los hechos sociales de una manera diferente a como, por ejemplo, un periódico pudiera hacerlo, considerando que las significaciones implicadas en la función social de la obra literaria serán susceptibles de transformación en la medida en que los actores que intervienen en el acto comunicativo se adhieran al contenido propuesto.

En consecuencia, podría asegurarse que la producción literaria de Garmendia, constituye una fundamentación que promueve la creación de otros textos literarios, gracias a la didáctica manifestada en ella, favoreciendo la producción de otros textos que complementen, develen e interpreten el mensaje subyacente que Garmendia trazó hace ya varias décadas. Así pues, el principio de intertextualidad de Genette se acentúa y se orienta hacia la consolidación de la manifestación de las tradiciones socio-culturales de una determinada nación.

Ahora bien, el relato Manzanita, narra la triste y penosa historia de una Manzanita Criolla (se logra evidenciar la recreación de personajes inverosímiles) que, dada su condición de nativa de esta tierra, se siente subestimada, depreciada y carente de autoestima por la “gloriosa” llegada de unas bellas, dulces, provocativas, sabrosas, frescas y coloradas manzanas del Norte (extranjeras), cuyo pecado sólo fue persuadir a los consumidores de aquel mercado de frutas con sus irresistibles atributos.

No es casualidad que Garmendia atribuya el origen del Norte a las deliciosas manzanas invasoras; ello obedece a una realidad social existente desde hace varias décadas y que hoy día, adquiere mayor vigencia. Sin lugar a dudas, la literatura responde a la realidad y al contexto donde ésta se adscribe y, de conformidad con la cosmovisión del escritor y la conciencia ideológica que éste profese. Así, la crítica social, aunada al ingenio maravilloso con que es mostrada, dan forma a la narración y le confieren gran estilo y calidad, dignas de exportación, al igual que las Manzanas del Norte y, ¿Por qué no? que la Manzanita Criolla.

Tal parece que nosotros mismos, los hijos de esta tierra, los compradores de Manzanitas Criollas, fuéramos quienes hundiéramos más dolorosamente el desprecio y la indiferencia hacia lo nuestro; codiciando, afanosamente, “tesoros” ajenos y extranjeros que en nada se comparan con la magnanimidad y calidad de lo nacional. Y ello no obedece a un problemita de forma, algo pasajero, sin importancia; no, por el contrario, esta situación es una constante en la dinámica socio-cultural, económica y comercializadora que día a día establecemos, ya casi no de forma bidireccional, sino más bien unidireccional, donde nosotros, compradores consumistas, nos abocamos desesperadamente al exterior, sin reconocer que en esta tierra llena de gracias abundan riquezas que se nos confieren por herencia, por ser hijos privilegiados de esta Maternal Tierra Venezolana.

Ciertamente, sin intención de generar diatribas políticas, el Estado ha intentado diseñar y ejecutar propuestas estratégicas que favorezcan y promuevan la producción interna, un interesante modelo socio-productivo de Desarrollo Endógeno que satisfaga las grandes necesidades y exigencias que demandan las nuevas generaciones. No obstante, esta ambición no se ha ocupado de ir más allá de una simple cuestión de productos y servicios, cuando, quizás, el mayor desprecio que hacemos no es tanto a nuestros productos y servicios (¿Qué son buenos, deficientes, costosos, sin garantía….? Tocará discutirlo posteriormente), sino mas bien a nuestro legado cultural, a algunas de nuestras costumbres y tradiciones que han sido desplazadas arbitrariamente por algún sentimiento de vergüenza y, en su lugar, hemos plagiado identidades, modas, formas de vida y tradiciones que en nada se parecen a las nuestras, opacando nuestro sentir venezolano y mitigando nuestra identidad nacional.

Entonces, nos estamos convirtiendo en aquella viejecita que miraba con codicia a las Manzanas del Norte pero que, resignada, se volvió a las manzanitas criollas, suspiró y dijo: “Medio kilo de manzanitas criollas, marchante; ¡Que no sean demasiado agrias, ni demasiado duras, ni demasiado fruncidas!”.

Se nos va la vida poniendo pretextos y más pretextos que traten, al menos un poco, de justificar nuestros desaciertos respecto a la valoración de nuestras riquezas; y es que si tú o yo negamos la existencia y, en consecuencia, no apreciamos nuestro patrimonio, bien sea cultural, social, étnico, lingüístico, literario, entre otros, estamos negándonos a nosotros mismos. Y no hay más letal desenlace que ese; extinguir todo un legado de tradiciones pertenecientes a un pueblo que todavía no reconoce cuán importante y significativo es, para la configuración y consolidación de su identidad nacional, valorar aquello que lo configura como venezolano.

Manzanita murmuraba tristemente: “A mí me traen en sacos, en burro, y después me echan en un rincón en el suelo pelado…” Metafóricamente, así somos con lo nuestro que, en ocasiones, se desprecia por venir del campo, cuna y cobijo de la naturaleza que cultiva el sustento diario en nuestras mesas.

Recrear personajes inverosímiles, por medio de las frutas del trópico, no significó mayor obstáculo para Garmendia al momento de caracterizar en cada una de ellas a nosotros mismos, dejando ver nuestra humanidad desde la aparente dureza del Señor Coco, hasta la Maternal y encopetada Señora Piña; todo ello nos muestra una exacta radiografía de lo que somos y cómo accionamos al momento de asumir una dificultad, más aún cuando la dificultad no es nuestra y nos corresponde hacer gala del espíritu solidario que ha distinguido a los buenos venezolanos.

La indiferencia, en ocasiones, salta a la palestra de la vida hiriendo a todo aquel que se consiga; el Señor Mamey es clara ilustración de ello, sin importar la condición de su homóloga, la manzanita, fruta como él pero de otra especie, ¿raza, color, textura, sabor, ideología, status, podríamos decir? quien protagonizaba una vergonzosa situación, sólo recibió indolencia de parte del Mamey, quien intentaba justificar su posición insensible exclamando: “A mí no me importa lo que le pase a Manzanita. Al fin y al cabo, esas son cosas de ella, un pleito entre Manzanas. No hay que ocuparse más de esa llorona. ¡Mocosa!”.

Sin embargo, de inmediato interviene, diríamos que la antítesis de Don Mamey, el aparente duro y áspero Señor Coco, quien sabiamente le aconseja a su interlocutor (Mamey): “Yo creo que si tenemos que ayudarla. Oiga usted amigo, no sabemos lo que pueda suceder mañana; ¿qué sé yo?, ¿qué sabe usted? Un día de estos pueden comenzar a llegar también Cocos del Norte, Lechosas del norte, Aguacates del Norte, Guanábanas del Norte, Mamones, Mangos, Tunas, Guayabas, Nísperos, Parchas, Mameyes del Norte! Sí, señor, óigalo bien señor Mamey: ¡Mameyes del Norte! ¿Y qué será entonces de nosotros? ¿De usted y de mí? ¿De nosotros todos?... ¡Nos quedaremos chiquitos, frunciditos, encogiditos y apartaditos, como le pasa hoy a Manzanita!”.

Lo precitado, permite evidenciar con claridad la esencia de solidaridad y de responsabilidad social que caracteriza a cada venezolano desde el contexto donde éste se desenvuelva. Asimismo, Garmendia utiliza a unos jovencitos escolares para hacer ver, entre otras cosas, la facilidad de alienación que implica la formación de un muchacho de edad adolescente. En la inocente compra de Manzanas del Norte, se deja entrever una apariencia atrayente, bonita, cautivadora, mágica, muy semejante a la utilizada por el discurso publicitario para intentar, satisfactoriamente, persuadir a los consumidores, a fin de que adquieran el producto sólo por satisfacer un deseo.

En efecto, el enamoramiento por lo otro, por la Manzana del Norte, por los jeans del norte, por la canción del norte, el juego del norte (sin intención atrevida e inapropiada de desvalorar y generar debates respecto a los modos de producción capitalista y el consumismo desenfrenado), se acciona, persuasivamente, a fin de arrebatar la identidad nacional, que muchos años costó moldear, a ese joven estudiante quien no tiene la culpa de sentir mayor afinidad por lo de “allá” que por lo nuestro, cuando nosotros, padres y madres, vivimos consumiendo y enalteciendo otras culturas y tradiciones que no nos pertenecen y que no obligan, gustosamente, a llevar una máscara que nos desvincula de nuestras realidades, proyecciones e intereses nacionales. He allí la verdadera negación del rostro.

Seguidamente, la muerte temporal de Manzanita, como aspecto inherente a la vida, se nos muestra como un estado de reflexión que fomenta la introspección, la evocación de su esencia y el reconocimiento y apreciación de su condición, independientemente del origen y la estadía de las Manzanas del Norte, cuya existencia culmina en el mismo lugar donde comienza, de igual forma, la vida de la Manzanita Criolla, como reza el refranero popular: “harinas del mismo costal…”; herederas de la misma condición.

Por eso, Manzanita se establece como una pequeña historia de vida para los nuevos ciudadanos del futuro; es una historia fantástica que nos muestra la realidad desde otra perspectiva, la cual nos invita a la reflexión y a fijar una posición crítica ante las situaciones que se suscitan a nuestro alrededor y atentan contra nuestra herencia cultural y, en consecuencia, contra el bienestar social de la nación. Manzanita es pues, la valoración de la naturaleza, de la vida y del ser humano desde su condición, recreada en frutas que desvelan contenidos sociales e ideológicos que reposan en la conciencia humana e imaginario social del colectivo.

He ahí la misión de padres, madres, docentes y amantes del arte hecha palabra por medio de la didáctica de la literatura: promover desde el hogar, institución de formación por excelencia y, luego, en la escuela, oasis de aprendizajes significativos, una educación que estime el patrimonio nacional, con proyección universal, fomentando un profundo sentimiento nacionalista que suscite en los nuevos y nuevas ciudadanas luces de saberes, capaces de difundir las riquezas que les han sido heredadas y encomendadas para transmitirlas de generación en generación, dando continuidad a nuestra identidad nacional, sobre la base del justo reconocimiento y el sentido de pertenencia.

Finalmente, Don Julio Garmendia es y seguirá siendo una digna Institución de nuestra Literatura Venezolana; icono de excelencia, didáctica y promotor de vanguardistas formas literarias que lo catapultaron como uno de los escritores pertenecientes al Boom Latinoamericana con proyección universal. Sus cuentos, mezclas de fantasía y realidad nos muestran la esencia de la condición humana, la caminata de la vida y la importancia de reconocer desde nuestra humildad y lo que somos, la grandeza de ser “Hijos Herederos” de esta mágica tierra llena de gracias: Venezuela.

Monasterios, María Andreina UPEL-IPB

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